Por Betty Soledispa de Escobar
@b3scobarHabía manejado una hora y media para encontrarme con Pablo Villavicencio y su familia. Vive en Hempstead, en las afueras de la ciudad de Nueva York, al este de Manhattan. Apenas lo vi lo reconocí por las fotos que había visto de él y como buena ecuatoriana lo abracé. Estaba feliz de que él había recobrado su libertad.
El juez federal Paul Crotty había ordenado su liberación inmediata cuatro días antes de vernos, pues decidió que su deportación de EE.UU. ya no era razonablemente previsible y que Villavicencio podía permanecer en EE.UU. mientras agotaba su derecho de obtener un estatus legal. Terminaba así el calvario de Pablo que se inició el 1 de junio entregando una pizza en un fuerte militar en Brooklyn, Nueva York. Estuvo casi dos meses detenido en una cárcel para criminales, en el estado de Nueva Jersey, porque ni siquiera fue enviado a un centro de detención migratorio.
Pablo fue muy amable y me sonrió. Se lo veía cansado pero contento. Sus niñas llamándolo “papi, papi” no lo perdían de vista ni un segundo. Se alistaban a almorzar. Le pedí que se sentara a comer tranquilo con su familia, que yo lo esperaba. Luego de 20 minutos inició nuestra charla.
Antes de poder hacerle una pregunta, él ya me estaba contando cuánto ama a EE.UU., porque en este país se enamoró de su esposa (ciudadana americana de origen colombiano) y aquí nacieron sus dos hijas, su adoración. Lo que no comparte es cómo la administración actual del presidente Donald Trump señala a los hispanos de criminales y cómo los hace ver ante la sociedad norteamericana. “Nosotros hemos venido a esta nación a ayudar con nuestro trabajo”, afirma.
Antes de ser detenido, Pablo trabajaba de lunes a jueves, unas diez horas al día, en un restaurante de Queens, Nueva York, a media hora de su casa. Y los viernes manejaba 45 minutos hasta Brooklyn, Nueva York, para laborar en una florería de 05:00 a 15:00 y luego al restaurante de 16:00 a 22:00. El dueño del restaurante en Queens lo llamó a minutos de salir de la cárcel para decirle que su trabajo seguía esperándolo. Su jefe de la florería le dijo lo mismo. “Soy un ciudadano ejemplar, como lo dijo el juez. No hacía otra cosa más que romperme la espalda para sacar adelante a mi familia y contribuir a esta nación con mis impuestos”, dice Pablo.
Nunca imaginó verse involucrado en una detención de este tipo, ni tampoco esperó recibir tanto apoyo de la gente de la ciudad de Nueva York, ni de su gobernador, ni de su alcalde, ni de otras autoridades locales y nacionales, así como de la prensa. Él cree que la gente se identificó con su caso por todo lo que está pasando en este momento en el país. Tantas familias separadas… padres de hijos, esposos de sus esposas. Al ver que estaba siendo injustamente arrancado de su familia, la gente hizo de su caso algo simbólico.
“No alcanzo a agradecer a todos los que se hicieron presentes, hasta el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, a través de mis abogados me llamó a la cárcel a ofrecerme todo su apoyo y el de su empresa”, apunta.
Pero al mismo tiempo que Pablo reconoce toda la colaboración que le brindaron en EE.UU., también habla de la casi nula ayuda que recibió de las autoridades del Ecuador. La mamá de Pablo fue tres veces a la Cancillería a pedir ayuda y le dijeron que no podían hacer nada diplomáticamente.
“A Julian Assange en Inglaterra lo hicieron ciudadano ecuatoriano, le dieron cédula, pasaporte, le pagan alimentación, vivienda, protección, y yo que soy ciudadano ecuatoriano de nacimiento, con padres ecuatorianos y necesitaba que hicieran algo por mí… no lo hicieron. Fue la gente de Estados Unidos que lo hizo”, reflexiona Pablo.
Durante los 53 días que Pablo estuvo detenido se perdió del Día del Padre, el cuarto cumpleaños de su hija mayor, Luciana, y su quinto aniversario de matrimonio con su esposa, Sandra Chica. “Me perdí fechas muy especiales, pero me guardaron todos los regalos”.
Me contó que el cumpleaños de Luciana fue celebrado como él se lo había prometido a su hija, porque aunque era un momento de tristeza para la familia, ese día debía ser uno lleno de alegría.
No alcanzo a agradecer a todos los que se hicieron presentes, hasta el dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, (…) me llamó a la cárcel a ofrecerme todo su apoyo”.
Pablo VillavicencioAtrás irán quedando los días más angustiantes para Pablo y su familia, incluyendo los dos peores momentos que vivió en la cárcel: cuando se vio en la lista de deportación y cuando se enfermó de una infección respiratoria y fue llevado al hospital como si se tratara de un criminal de máxima seguridad. Totalmente encadenado de pies, manos y cintura. Apenas pudiendo dar pasos y escoltado por dos guardias armados. El doctor le ofreció disculpas por la humillación que le estaban haciendo pasar. Pero Pablo soportó todo con mucha fortaleza con tal de volver a estar con su familia.
Ahora quiere seguir disfrutando todo el tiempo con sus hijas y su esposa Sandra, de quien dice es lo mejor que Dios le ha dado. Ella ha sido una mujer valiente y luchadora en cada momento de esta tragedia. Va a continuar su lucha por su documentación regular. El 21 de agosto tiene cita para el trámite de su residencia.
Pablo también desea visitar a su mamá en Ecuador, no la ve desde hace once años. “Si por lo menos le hubieran ayudado a conseguir una visa humanitaria para que venga a visitarme”, dice Pablo, pero espera ir a verla pronto.
Además quiere devolver toda la ayuda que recibió. Poner una fundación o hacer activismo. En la cárcel conoció a muchos otros ecuatorianos con casos similares al suyo que no tienen representación legal. Siguen encerrados o están a punto de ser deportados. “Hay que alzar la voz por ellos”. Pablo se apasiona mientras habla y me termina diciendo con mucha convicción: “Nuestros migrantes se encuentran desamparados, sin una representación legal porque no tienen un soporte económico para un abogado. Quiero ayudar en lo que más pueda a mi comunidad”.
* Este artículo fue publicado, el 30 de julio 2018, en el diario El Universo
Por Betty Soledispa de Escobar
@b3scobarLa venganza es un momento, la justicia es el cierre de un ciclo. “Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”, decía Gandhi. Escucho a varios abogados y hasta algunos quienes fueron sus opositores, hablando de “venganza” y “odio”, dando así cabida a que el mismo prófugo de la justicia tome esas palabras y las haga suyas. No se dan cuenta de que lo que hacen es darle a Rafael Correa argumentos de donde agarrarse para luego decir: “pero hasta mis opositores dicen que es una venganza, que es solo odio hacia mí. Esto es una persecución”.
El caso del secuestro de Fernando Balda, por el que se ordenó la prisión preventiva en contra de “Carlitos”, por no cumplir la presentación periódica en la Corte Nacional de Justicia, está (como vemos) en manos de la justicia. Es decir, que el caso está siendo tratado de una forma imparcial, lógica, legal y ética. Sin embargo, escucho cómo hablan sobre la supuesta “sed de venganza” que sienten algunos en contra de Correa. Es inaceptable e irresponsable decir eso. Rafael Correa es un dictador que cometió muchos abusos y delitos durante su gobierno y lo que se busca ahora es hacer justicia. Se trata de que Correa pague lo que hizo de acuerdo a la ley.
Y si en el camino es duramente juzgado por los ciudadanos en las redes sociales o en la calle, cuando lo vean… me disculpan, pero qué clase de consideración se puede tener con alguien que violentó los derechos de niños y adultos. Olvidan, por ejemplo, cuando “Carlitos” se bajó de su auto a agarrar del pecho y sacudir a un menor de edad por hacerle una señal grosera al paso de su caravana? ¿#ProhibidoRecordar?
Muchos critican ahora la actuación que tuvo el periodista Ramiro Cueva con Rafael, en Bélgica. Que irrespetó a la hija, que lo acosó y no sé cuántas cosas más. Nadie irrespetó más a la hija de Correa que él mismo, insultando a Ramiro Cueva y dándole de “puñetes” mientras sus matones lo agarraban. Los golpes a Cueva están certificados por un hospital a donde lo llevó la misma policía. Lo incapacitaron 4 días para trabajar (cuatro). Entonces, ¿de qué respeto me hablan? Los invito a ver la entrevista de Carlos Vera a Ramiro Cueva en http://www.ecuadorenvivo.com/, allí Cueva presenta todos los documentos.
Aquí el único vengativo, acosador y odiador sigue siendo Rafael Correa Delgado. Y parece mentira que algunos sigan haciéndole el jueguito. El estadounidense Leon F. Seltzer, con un doctorado en Psicología, sostiene que “no hay que confundir la venganza con la justicia, porque la venganza es puramente emocional y la justicia es principalmente racional. La venganza es querer ver a otros sufrir y la justicia es corregir un error con rectitud moral, de forma imparcial, basándose en estándares culturales de equidad y sobre todo en leyes establecidas”.
Yo no quiero ver sufrir a Rafael Correa, jamás. Yo deseo, lo mismo que creo que otros millones de ecuatorianos buscan: que enfrente la justicia (racional, objetiva, no emotiva) por todos los crímenes y delitos que cometió, que cumpla con una sentencia equitativa al daño que causó; y así, poder cerrar un ciclo de vergüenza y dolor producto de su odio y corrupción.
* Este artículo fue publicado, el 26 de julio 2018, en el diario El Universo
Por Betty Soledispa de Escobar
@b3scobar
Ya venía observando por algún tiempo lo que sucedía en Ecuador con Rafael Correa, así que decidí participar activamente en la vida política de mi país. Una de las cosas que hice fue empezar a opinar en las redes sociales. En el 2009 abrí una cuenta en Twitter usando mi nombre de soltera: Betty Soledispa. Ya en ese entonces, Correa y sus funcionarios intimidaban a cualquier ciudadano que les hiciera ver lo errado de su actuar. En el 2011 recibí la primera amenaza del gobierno de Rafael. En un tuit critiqué al entonces presidente de la Asamblea, Fernando Cordero. Esto me respondió: “Lea Constitución art. 18, trate de entender lo que es responsabilidad ulterior, cambie su lenguaje o pronto le pesará su libertinaje”
Luego de eso, se iniciaron los “cariñitos” de Correa en las sabatinas llamándome ‘sicaria de tinta’, ‘esquizofrénica’, ‘trastornada mental’, y hasta me mandó a espiar por la Senain. Mi familia estaba muy asustada por mí y ellos. Los insultos del tesorito continuaron y todo empeoró el 7 de abril de 2014, cuando tres días antes del arribo de Correa a Estados Unidos llegaron –con horas de diferencia– a mi departamento en Nueva York y a la casa de mis padres en Guayaquil flores, chocolates y un mensaje con una nueva amenaza: “Tus amigos de Ecuador te visitaremos pronto…”.
Mi mamá sufrió una crisis nerviosa y no quería ni salir de la casa. La mayor parte de mi familia inmediata me pedía que callara. Todos teníamos mucho miedo, pero no podía callar. Eso era lo que quería Correa. Entonces decidí usar solo mi apellido de casada en Twitter y en EL UNIVERSO, así no conectarían a mi familia directamente conmigo. Sería solo ‘Betty Escobar’. Fue una sensación extraña porque yo no había hecho nada malo, pero sentía la obligación de protegerlos al decidir no callar.
Ahora pienso, ¿se imaginan si todos los amenazados por el cobarde de Correa hubiéramos callado? No fuéramos libres de opinar sin que existiesen consecuencias graves, y correríamos un riesgo mayor. Aún estuviéramos bajo su tiranía. Aún estaría él ordenando (en sabatinas) a sus jueces a quién apresar, aún estaría llevando a cabo “operaciones” turbias con la Senain y quién sabe cuántas cosas más.
La dictadura correísta rompió hogares, tristemente conocí no uno, sino varios casos de esos. No juzgo a nadie por habernos pedido callar, pero espero que ahora todos entiendan por qué fue imprescindible no hacerlo. Hoy es un gran día para retomar mi nombre completo en Twitter y en EL UNIVERSO: Betty Soledispa de Escobar. Lo hago porque el tirano ya no está y porque siempre he estado orgullosa de donde vengo y de quien soy. Y aclaro, no cambié mi nombre por cobardía, ni por haber cometido una fechoría, eso se lo dejo a “Carlitos” o “Carlos”. Yo dejé de usar mi apellido paterno para cuidar a mi familia de un dictador.
Que nunca nadie más tenga que enfrentar la decisión de callar o confrontar a su propia familia para defender los principios y valores que ellos mismos les inculcaron. Que nunca más permitamos que un déspota llegue al poder. ¡Nunca más!
* Este artículo fue publicado, el 28 de junio del 2018, en el diario El Universo
Por Betty Escobar
@b3scobar
“Este caso requiere que se considere si ¿puede un funcionario público, de acuerdo con la Primera Enmienda (Libertad de expresión), ‘bloquear’ a una persona de su cuenta de Twitter en respuesta a las opiniones políticas que esa persona ha expresado, y si el análisis difiere porque ese funcionario público es el presidente de los Estados Unidos?”. Esta fue la pregunta legal sobre la que la jueza federal de la ciudad de Nueva York, Naomi Reice Buchwald, tomó su decisión acerca de una demanda de 7 usuarios de Twitter contra el presidente Donald Trump. Su respuesta a la pregunta legal fue no.
Los ciudadanos fueron representados por el Instituto Knight de la Universidad de Columbia, centro especializado en libertad de expresión. El instituto pudo constatar que cientos de tuiteros han sido bloqueados por el presidente. El argumento legal de la demanda fue “es una cuenta oficial que el presidente Trump usa en capacidad oficial y el que bloquee gente simplemente porque lo critican es un punto de vista discriminatorio que viola la primera enmienda”.
La jueza Buchwald dijo que la plataforma social es un “foro público designado” del cual Trump no puede excluir a los demandantes“ y el bloqueo basándose en su discurso político es inconstitucional. Rechazamos los argumentos de los acusados que los intereses personales de la Primera Enmienda del presidente prevalecen sobre la de los demandantes”.
Se imaginan si esto hubiera sucedido en Ecuador cuando Rafael Correa nos tenía bloqueados a muchísimos en Twitter por no opinar como él o criticarlo? Pero bueno, ahora son otros tiempos, eso creí. Digo creí, porque cuando Lenín asumió el poder y empezó a hablar de su ‘diálogo nacional’, pensé que sería para todos y a todo nivel. Por fin, volvería a opinar libremente sobre política en Twitter porque desde el gobierno de Correa estoy bloqueada por algunos funcionarios públicos y ministerios. Ha pasado un año, licenciado, y el diálogo no llegó para todos.
El 24 de mayo, durante su primer Informe a la Nación, usted dijo sobre el diálogo nacional: “Sabemos ya que somos un Gobierno de todos y lo somos porque sabemos escuchar a todos sin excepción”. Pues le cuento, señor presidente, que me tiene bloqueada de su cuenta @lenin desde que usted era vicepresidente de Correa. También estoy bloqueada de @Presidencia_Ec (Presidencia de la República), @viviana_bonilla (primera vicepresidenta de la Asamblea), @marcelaguinaga (asambleísta), @gabrielaespais (asambleísta), @comunicacionEC (Secom), @TurismoEC y hasta de @CEcuNuevaYork, Consulado General del Ecuador en Nueva York (donde vivo).
Cómo verá, licenciado, estoy muy interesada en dialogar. Y no crea que esto solo lo hago por mí, sino también por otros que como yo puedan estar bloqueados de cuentas de funcionarios públicos y ministerios. Queremos poder participar políticamente sobre lo que pasa en nuestro país, poder intercambiar opiniones, ideas y críticas con usted y con otros conciudadanos. Tener acceso a sus comentarios. Es nuestro derecho. Usted mismo lo señaló en su discurso: “… es obligación dialogar con todos los ecuatorianos”.
Mi cuenta en Twitter es @b3scobar. Espero que usted y los demás del Gobierno me desbloqueen a mí –y a otros que como yo siguen silenciados– e inicien el verdadero diálogo para todos.
* Este artículo fue publicado, el 31 de mayo del 2018, en el diario El Universo
Por Betty Escobar
@b3scobar
¿Se imaginan invitar a una persona a almorzar a su casa por 30 años seguidos, de lunes a viernes, y nunca aburrirse de ella? Eso nos pasó con Bernard Fougères. Los que tuvimos la dicha de crecer viéndolo en su programa disfrutamos siempre de su compañía, la música, sus entrevistas, los poemas, su filosofía de vida, su piano y sus consejos. Siento tristeza de que las nuevas generaciones ya no alcanzaron a conocerlo ni a él, ni a esa clase de televisión que ya no se ve en ningún canal local.
Jamás imaginé que luego de almorzar junto a Bernard durante toda mi vida estudiantil tendría el honor de trabajar junto a él como la productora de su programa y de su Especial de despedida. Bernard siempre fue el mismo delante y detrás de cámaras. Creo que esa fue la clave de su éxito por tanto tiempo. Lo que siempre me maravilló de Bernard fue el don que tenía de exteriorizar el niño que vivía dentro de él, mientras su ‘Bernard adulto’ no lo perdía de vista. Era la combinación perfecta de inocencia, locura y cordura.
Tenía una memoria privilegiada y una gran sensibilidad humana. Un segmento del programa muy cercano a su corazón era Un sueño hecho realidad, en él las personas enviaban cartas solicitando algo que necesitaban urgentemente. Padres pidiendo por sus hijos enfermos o viceversa. También había muchas familias pidiendo por una casita en donde vivir. El programa exponía los casos, hacía seguimiento de estos y trataba de solucionarlos. Con la ayuda de personas, fundaciones y hospitales solidarios se lograron milagros. Bernard locutaba el segmento y me impresionaba cuando grabábamos juntos. Él llegaba a la sala de edición, lo ponía al tanto del caso que saldría ese día en el programa y en segundos recordaba el caso. Eran tantos, pero él sabía de cuál le hablaba. Veía las imágenes y me decía: “Estoy listo, grábame”. Y en una sola pasada hacía un audio de dos a tres minutos sobre la actualización del caso, citaba un fragmento de un poema y al final una reflexión personal de él. Sus locuciones eran siempre muy emotivas y elocuentes. Ese era Bernard. Gracias a él y al programa, Sueño pudo ayudar a muchísima gente.
Cuando empezamos a trabajar en su Especial de despedida, sentí que él se merecía mucho más. Sentí que el homenaje que le hacíamos era pequeño ante la inmensidad en la que Bernard se había convertido con el paso de los años. Tal vez un buen homenaje hoy sería retransmitir sus programas por los canales que lo acogieron durante tantos años, para que quienes lo conocimos lo sigamos recordando y para quienes no lo conocieron tengan la oportunidad de hacerlo.
Aquel diciembre de 1997, luego de grabar el programa de despedida, el estudio estaba lleno de invitados. Alcancé a ver a Bernard que avanzaba entre la gente. Le pregunté: “Bernard, ¿buscaba algo?”, y me contestó: “Sí, a ti”. Me reí, luego se acercó a darme un beso, un peluche y una botella de vino. Finalmente, dijo: “Me voy, pero muchas gracias por este especial. Bello… anda a tu casa, descansa”.
¡Gracias por todo, querido Bernard! Ahora descanse usted junto a su amada Evelina.
* Este artículo fue publicado, el 10 de mayo del 2018, en el diario El Universo
Sobre Mí
B.S., Legal Studies. Actualmente me desempeño como Paralegal en el área Civil (Housing) de The Legal Aid Society de New York. Previamente trabajé por 18 años en producción de TV & Film en las ciudades de Guayaquil (6) y New York (12). Columnista de opinión del diario EL UNIVERSO por 6 años. Soy activista de derechos humanos.