Que nadie se vaya

Por Betty Escobar
@b3scobar

Hace poco leía un artículo, del diario digital Infobae, titulado ‘Los 8 expresidentes de América Latina que son investigados por corrupción’. Luiz Inácio Lula da Silva (Brasil), Cristina Kirchner (Argentina), Rafael Callejas (Honduras), Otto Pérez Molina (Guatemala), Elías Antonio Saca (El Salvador), Mauricio Funes (El Salvador), Alan García (Perú) y Alejandro Toledo (Perú) enfrentan acusaciones por malversación de fondos públicos. Mientras veía sus fotos me preguntaba: ¿cómo es posible que exista tanta corrupción en nuestros gobiernos?

Katherine A. DeCelles, profesora de Administración y Comportamiento Organizacional, en la Universidad de Toronto, participó en el estudio ‘¿El poder corrompe? ¿Cuándo y por qué el poder facilita comportamientos de interés personal?’. El estudio, publicado en la revista de la Asociación Americana de Psicología, determinó que todo depende de la identidad moral de cada persona. Que el poder no corrompe, sino que hace aflorar los valores éticos ya preexistentes. Por eso vemos la verdadera cara de las personas cuando estas llegan al poder, en ese momento es cuando realmente su carácter se pone a prueba.

Pero ¿estamos llenos de corruptos en Latinoamérica? En los últimos años, la lista de presidentes investigados por corrupción ha sido larga. Los informes de Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional demuestran que dos tercios de los países de la región están en la mitad inferior del índice de percepción de la corrupción. La corrupción está muy arraigada en nuestros países, y es una lucha diaria de todos denunciarla, castigarla y acabar con ella. Muchos gobiernos persiguen a los legisladores que fiscalizan o denuncian casos de corrupción. Atacan e intimidan a la prensa para que no informe, como debe, a la ciudadanía. Pero ahora, toda la tecnología con la que contamos para estar al día de lo que pasa nos da las armas para presionar a los gobiernos por un cambio.

Por eso es vital que funcionarios y exfuncionarios públicos sean investigados si han cometido actos de corrupción. Y hablando de empleados públicos, hace pocos días supe que nuestro presidente planea irse del país, luego de que termine su gobierno en el 2017. No sé si los otros expresidentes, que menciono al inicio de este artículo, habrán ideado lo mismo luego de finalizado sus mandatos. Pero en todo caso, ¿no huele mal andar anunciando eso tan anticipadamente? Cuando termine todo, más bien será el momento de quedarse. ¿Por qué se quiere ir? ¿No quiere cuidar, de la nueva gestión, todo lo “maravilloso” logrado durante su dichosa revolución?

En lo personal, no me importa que se vaya, pero como servidor público creo que tiene que aclarar varias cosas antes de irse. Me preocupa que el compañerito ya esté pensando en desaparecerse del mapa. Justo cuando por fin regrese la democracia al país, cuando exista independencia de poderes y la justicia deje de ser sumisa a un proyecto político. ¿Justo ahí? ¡No, señor! ¡No lo dejemos ir!

* Este artículo fue publicado, el 9 de junio del 2016, en el diario El Universo